“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.”
Leemos que Joab había tardado mas que nueve meses tomando el censo del pueblo. ¿Cómo andaba David en su comunión con Jehová en estos nueve meses? ¿Podía levantarse de mañana y adorar? ¿Podía encomendar su día a Dios, y escribir un salmo de alabanza? ¿O mejor cada día esperando las noticias del censo pensaba de cual orgullo iba a tener a escuchar que poderoso rey había llegado a ser? Creo que vemos la respuesta en el verso con que empezamos. El mundo busca sus placeres y sus pecados y los encuentra vacíos, pero sin opciones que conocen, siguen en su búsqueda de la felicidad en lo que el mundo ofrece. Pero el creyente, al seguir los deseos de la carne, cuando recibe lo que pensaba buscar y lo encuentra vacío, nada mas queda con su conciencia acusándolo pues sabia de antemano que las consecuencias del pecado no iban a satisfacer.
Así que David se encuentra muy infeliz; ha perdido la comunión con su Dios por casi diez meses y no puede gozar en lo que pensaba que le iba a dar grande satisfacción. Pero por ser hombre de fe, no desesperaba, sino dio vuelta a Jehová en confesión de su pecado. “Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; más ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.” Recordamos su pecado anterior que quizás a nosotros nos parece mucho más grave; adulteraba con la esposa de uno de sus soldados fieles y lo mató con la espada de los amonitas. Las consecuencias de estos pecados habían desarrollado por el transcurso de varios años; la muerte del niño nacido, la muerte de su hijo Amnón, la rebelión y muerte de Absalón, y algo aun futuro en este capítulo, la muerte de su hijo Adonías. Pero si maravillamos porque David no había aprendido la lección del costo de la desobediencia, solo tenemos que mirarnos a nosotros mismos. ¿No somos también muy tardos para aprender que el pecado tiene su consecuencia? ¿No hemos sembrado a la carne y cosechado de la carne muchas veces y lamentado igual con David por nuestra torpeza de aprender la lección “la carne para nada aprovecha”? “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” Juan 6:63
Acaso pensamos que después de un arrepentimiento tan verdadero, que esta vez, Dios iba a perdonar a David sin consecuencias. Pero el perdón de Dios y el gobierno de Dios son cosas distintas. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” Gálatas 6:7-10
No olvidamos tampoco que nuestro capítulo empieza con estas palabras “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel…” Las escrituras no nos explican en que cosa o cosas Jehová estaba enfadado con Israel. Acaso tenia que ver con su rebelión contra David y su infidelidad siguiendo primero a Absalón y después a Seba hijo de Bicri. Pero confiamos en lo que Abraham dijo “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” Genesis 18:25 Así el juicio de acontecía en nuestro capítulo era por un Dios justo. El ángel de Jehová salió en juicio contra el pueblo rebelde.
Pero antes vemos algo raro, acaso la única vez en la escritura que vemos que le fue dado al rey David tres opciones de su castigo. Algunos han dicho que David escogió la tercera opción, pero sugiero yo que no escogía nada menos caer en las manos de Jehová. “Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres.” Lo que cayó sobre el pueblo pesaba mucho a David e intentaba aceptar todo el juicio por si mismo. “Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre.” Pero no, no fue posible. Moisés había intentado lo mismo; ponerse a si mismo como sacrificio por el pueblo. “Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito. Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.” Éxodo 32:32-33
Pero no, no fue posible que un hombre pecador llevara la iniquidad de otros. Solo había uno capaz, nuestro Señor Jesucristo, el cordero sin mancha y sin contaminación. “Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos.” Juan 18:7-8 “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” 2 Corintios 5:21
Hay mucho más en este capítulo que guardamos para la otra semana.
16 agosto de 2020